Otitis

La noche del martes al miércoles no dormí nada. Y mamá tampoco… y papá sólo un poco. Me desperté con un fuerte dolor de oído y no pude evitar ponerme a llorar y a gritar. Encima, claro, no era capaz de decirle a papá y a mamá qué es lo que me pasaba.

Mamá me cogió, me cambió, me hizo hacer ejercicios pensando que tenía pedetes, y yo venga a llorar intentando decirle que no tenía gases, que dejara de hacerme hacer ejercicios! También se levantó papá y me cogió y me dio besos y me intentó calmar, pero es que me dolía demasiado. Mamá le dijo a papá que se fuera a la cama, y cuando por fin vio que lo de los pedetes no era el problema, pensó que quizá los moquetes me estaban dificultando la respiración así que me puso suero y me quito los moquitos pero, aunque sí que me molestaban un poco, ése tampoco era el problema y yo venga a llorar y llorar. A las 2:30h mamá me dio un biberón, quería ver si me dolía la barriguita, me dijo, y yo para dejarle claro que la barriguita no era el problema me tomé el biberón enterito. Mamá sabía que esos gritos no eran de hambre ni de dolor en la barriguita ni de gases ni de mocos. Así que mamá, pobre, me preguntaba «¿pero dime qué te pasa, vida?» y yo venga a intentar decírselo, venga a llorar y gritar y llorar, pero nada, no nos comunicábamos.

Mamá me cogía en brazos y me daba calorcito en uno de los oídos y yo me tranquilizaba un rato, hasta que me empezaba a doler de nuevo y vuelta a empezar. Mamá me cantaba y me movía un poco, yo me calmaba un ratito, ella se tumbaba en el sofá conmigo en brazos, nos tapaba con la manta y al rato yo me despertaba otra vez con dolor. Y así toda la noche.

Noche loca de otitis

Hasta las 8h de la mañana que mamá pensó en darme aquella medicina de color rojizo que sabe dulce y me calmó el dolor. Tomé un bibi con cereales y me dormí. Estaba cansadísimo y tenía menos dolor gracias a la medicina que me había dado mamá.

Por la tarde, como mamá veía que yo no estaba bien y ella no había descubierto qué me pasaba, fuimos a la pediatra. Me tocó los oídos, pero yo andaba despistado y cansado y no me quejé. Me los tocó varias veces y yo nada, a lo mío, hasta que a la quinta vez puse cara de estar molesto. La pediatra me miró los oídos con un lápiz súper chulo con luz y dijo «tiene los tímpanos levemente rojitos, otitis». Pues sí, señora, es lo que le he estado intentando decirle a mamá, ¡que me duelen los oídos! Jo, qué ganas tengo de aprender a hablar para evitar estos malentendidos. Al llegar a casa, mamá me dio otra medicina de color blanco que también sabe dulce pero que no me gusta tanto, ¡que además me da mucha! Y se me calmó el dolor y me quedé súper grogui y dormí y dormí y dormí toda la noche… y mamá y papá también, pobres, que estaban muy cansados igual que yo.

Hace un par de semanas pillé mi primer resfriado y de él ha salido esta primera otitis. Que venga el buen tiempo ya, que no me gusta estar malito.

😉

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