Y seguimos con el viaje a Japón… ¡es que hicimos muchas cosas!
En el día 8, fuimos a Harajuku. Comenzamos viendo el santuario de Meiji, que estaba lleeeeeeno de gente:
Luego fuimos primero a una calle muy friki y después a otra calle más friki, para meternos en unas callejuelas cercanas y acabar en una hamburguesería que conocía papá:
Yo no quise comer mucho, así que papá y mamá me compraron más comida después. Tampoco quise comer y se preocuparon un poco, pero es que en realidad, ¡no me apetecía comer! Dimos muchas vueltas por Harajuku y una calle que estaba llena de edificios chulos a los que papá no paraba de hacer fotos y luego paseamos hasta Shibuya. Allí cogimos un tren hasta Shinjuku y anduvimos hasta el hotel:
Papá y mamá se pusieron finos a sushi, mientras yo jugaba con el shinkansen y el iphone de mamá 🙂
Y después me dieron de cenar a mí, en el hall del hotel:
Al día siguiente, volvimos al mismo santuario pero esta vez estaba lleno de chicas guapas en kimonos de colores muy bonitos, así que no me quejé.
Eso sí, en un momento determinado varios fotógrafos empezaron a hacerme fotos… ¡no sé por qué!
Y casi no me dejaron ligar con una nena guapa que se cruzó en mi camino… Yo que estaba ensayando mi japonés, pero con tanta gente mirando no es lo mismo.
Comí un poco en unos puestos de comida que había a las afueras del santuario:
Y acompañé a papá y mamá a comer sushi en Tsukiji:
Luego fuimos a un parque llamado Hama-rikyu Koen, muy bonito, con árboles con formas, casas de té, estanques con peces… y me encantó un camino con piedras que había por encima de un lago, tanto que llevé a papá a pasear por él de un lado a otro y del otro lado al uno, durante un montón de tiempo.
Al salir, nos sentamos en Shimbashi y allí merendé un yogur de vainilla (que descubrí que me encantaban)…
… y un plátano:
Y nos fuimos hacia otro barrio de la ciudad, llamado Ikebukuro, donde mamá hizo el tonto en una plaza y vi muchas luces y señores subidos en escaleras gritando:
Estuvimos paseando por Ikebukuro, viendo luces y gente y más luces y entramos a cenar omuraisu, ¡que me encanta!
Al volver, como todas las noches, me di un baño y me fui a dormir mientras papá y mamá veían un poco la tele. Al día siguiente estuvimos en un sitio llamado Asakusa, con edificios rojos y unas lámparas muy grandes:
Mamá ya me había dado sembei en Madrid, así que cuando las vi en las calles de Asakusa gritéeeeeee… ¡quería sembei!
Comí en el templo y me quedé frito.
Así que no vi nada más de Asakusa ni de Sumida ni de Mukojima ni de una torre muy grande que hay por allí, que me ha dicho mamá que estuvieron paseando por allí mientras yo dormía. Me desperté en Ryogoku donde fuimos a ver un torneo de sumo. Mamá se empeñó en hacerme una autofoto mientras comía sembei y veía los combates… ¡que no veo si me pones la cámara delante, mamá!
Después de ver unos cuantos combates, decidí dar vueltas por el estadio y buscar el sitio perfecto para la próxima vez:
y… ¡continuará!
Información Bitacoras.com…
Valora en Bitacoras.com: Y seguimos con el viaje a Japón… ¡es que hicimos muchas cosas! En el día 8, fuimos a Harajuku. Comenzamos viendo el santuario de Meiji, que estaba lleeeeeeno de gente: Luego fuimos primero a una calle muy friki y despué……